martes, 17 de junio de 2014

La importancia del diseño gráfico aplicado a la vida de la empresa

Generalmente, cuando contemplamos una publicación (cartel, anuncio, banner, folleto, revista,…) bien diseñada y correctamente maquetada, aunque seamos profanos en la materia, percibimos «algo» que no sabríamos definir con exactitud; pero que nos transmite sensaciones de equilibrio, coherencia y personalidad. 


Todo empieza determinando una forma, un tamaño y unas proporciones adecuadas. Después se trazará una retícula (no visible) que albergue los textos e imágenes ciñéndose a la geometría previamente definida. Simultáneamente, el diseñador gráfico profesional seleccionará cuidadosamente las tipografías que posibilitarán que los mensajes —tan pulidos y trabajados antes por los expertos en marketing— sean legibles y resulten convincentes. La elección del color (uno o varios) a utilizar resulta igualmente determinante para alcanzar la mejor comunicación posible.


El profesional del diseño sabe por qué selecciona una fuente tipográfica para satisfacer un encargo y no otra. Elige unas proporciones armónicas entre las masas que forman la composición y opta por códigos de color adecuados y razonados. Todo ello con el objetivo global de crear un producto gráfico que recoja la promesa de la marca que ha contratado sus servicios. Cualquier soporte que albergue una marca (folleto desplegable, memoria anual, banner, newsletter, cartel,…) debería ser capaz de aportarle valor, siendo coherente con dicha marca y su posicionamiento en el mercado.


Construcción de identidad corporativa
Diseñar no es decorar: es necesario saber comunicar. Para ello debe establecerse un ritmo narrativo, organizar la información (textos e iconografía), enfatizar sólo cuando proceda y generar una atmósfera que destile la esencia de la marca que demanda los servicios creativos profesionales.


• ¿Qué no es diseño gráfico?
Con la progresiva irrupción de los ordenadores personales en los ámbitos laboral y familiar que se inició hace al menos dos décadas, cada vez más usuarios disponen de acceso a determinadas aplicaciones informáticas que hasta no hace mucho limitaban su presencia a entornos laborales vinculados al sector de la creatividad y de las artes gráficas (programas de maquetación de publicaciones, de dibujo vectorial, de retoque fotográfico; así como una gran variedad de fuentes tipográficas). 


El uso amigable de dicho software, con interfaces intuitivas para las tareas más básicas, ha impelido a muchas personas a sentirse «profesionales del diseño gráfico» por un día; sin duda con el sano objetivo de aquilatar gastos en su negocio y la mejor de las intenciones.
La omnipresencia de Internet —como gran ventana abierta al mundo— también alimenta la tentación de plagio, casi siempre involuntario, de tantas imágenes creadas por terceros y tan a nuestro alcance con unos sencillos clicks de ratón. El desconocimiento de la legislación vigente en materia de propiedad intelectual suele hacernos incurrir en flagrantes ilegalidades, con nefastas consecuencias para nuestras empresas si tomamos «prestadas» —aunque sea de manera bienintencionada— creaciones protegidas que circulan por la red a diario.

Igualmente, la filosofía DIY (Do It Yourself-hazlo tú mism@), tan en boga recientemente, es barata y puede resultar estimulante; pero con la imagen de su empresa es mejor no hacer «experimentos» y confiar en creativos que puedan acreditar años de bagaje profesional y una cartera de clientes que avale su buen hacer. Una presentación confeccionada en un procesador de textos clásico de los utilizados en ofimática, nunca proyectará la fuerza y el criterio comunicativo de un informe (por árida que resultara la materia) diseñado y maquetado por un profesional gráfico.

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